Y con un libro abierto a su lado.
Bajaba a la cocina y, sin encender la luz, abría el armario de la izquierda.
Cogía su taza roja.
Abría el grifo y la llenaba de agua.
La ponía dos minutos y medio en el microondas.
Abría el armario de la derecha. Y buscaba a ciegas.
Siempre tenía que rebuscar para encontrar sus bolsitas de te favoritas.
Dejaba reposar su bebida unos minutos.
Hasta que el agua estaba templada.
Y bebía.
Pero esa mañana.
La taza de cayó al suelo.
Y se rompió.
Y ya no la llenó de agua.
Ni rebusco su te a ciegas.
Porque, como su taza roja, ella también estaba rota.
Muchas gracias por leerme. Sentíos libres de comentar todo cuanto os venga en gana.
Sed felices!!!
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